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Tránsito de Nuestro Seráfico Padre

Tránsito de Nuestro Seráfico Padre
San Francisco de Asís

viernes, 3 de abril de 2009

CELEBRACIÓN PENITENCIAL FRANCISCANA



Los hermanos menores, a quienes el Señor concedió benignamente "comenzar a hacer penitencia" deben renovar incesantemente el espíritu de conversión (CCGG. 32,1). Lo que supone tomar en serio el ministerio de la reconciliación. Por tanto, los hermanos deben cada día esforzarse por reconciliarse con el Señor, consigo mismos, con la fraternidad y con todos los hombres (CCGG. 33,1), y deben tener en alto grado y practicar el sacramento de la reconciliación, con el fin de experimentar el perdón del Señor.


La celebración penitencial que ofrecemos pretende poner a disposición de los hermanos unos textos, inspirados en san Francisco y en las fuentes franciscanas, que faciliten la celebración comunitaria de este sacramento en el seno de nuestras propias comunidades.


RITOS INICIALES

Comienza la celebración con la siguiente monición:

San Francisco nos repite, a todos nosotros, su invitación a la penitencia, a la reconciliación total con Dios y con los hermanos, a la renovación radical de nuestra vida en Cristo. Dios es nuestro Padre y nos espera para renovar, en la alegría, el encuentro con cada uno de nosotros. Sólo quiere que nos reconozcamos pecadores y necesitados de su perdón y de su amor.

Y se entona el canto de entrada

A continuación el Presidente dice:

En el nombre del Padre. R. Amén.

Dios abra vuestro corazón al conocimiento de su ley, os dé su paz y os reconcilie entre vosotros. R. Amén

Y continúa el Presidente:

Hermanos, en nuestro caminar cristiano y franciscano todos sentimos la necesidad de paramos un momento para pedir perdón al Señor y para hacer experiencia de su amor. Nuestra vocación de seguidores de Francisco de Asís nos estimula a acoger con fe al Señor, que viene constantemente a nuestra vida. Oremos para obtener la gracia del perdón y la renovación del corazón.

(Breve pausa)

Dios omnipotente y misericordioso, que nos has reunido en el nombre de tu Hijo, para damos gracia y misericordia en el momento oportuno, abre nuestros ojos para que veamos el mal cometido, y toca nuestro corazón para convertimos a ti. Que tu amor restablezca en la unidad lo que la culpa ha disgregado; tu poder cure nuestras heridas y sostenga nuestra debilidad, y tu Espíritu renueve toda nuestra vida y nos dé la fuerza de tu caridad, para que resplandezca en nosotros la imagen de tu Hijo, y todos los hombres reconozcan en el rostro de la Iglesia la gloria de aquel que tú has manifestado, Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.


LECTURAS

Se ambienta la lectura con la siguiente monición:
Preparémonos a la reconciliación, acogiendo en nuestro corazón la Palabra de Dios que nos invita a renovar nuestra mentalidad (la lectura) y a orientar nuestra vida por la senda de las Bienaventuranzas (Evangelio).

No irritéis al Espíritu de Dios que os sello.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4,23-27.29-32

Hermanos: aprendisteis a renovar vuestra mentalidad y a revestiros de la nueva condición creada a imagen de Dios con una auténtica justicia y santidad. Por tanto, dejad la mentira; hable cada uno con verdad a su prójimo, porque somos miembros unos de otros. Indignaos, pero no lleguéis a pecar; que la puesta de sol no os sorprenda en vuestro enojo; no dejéis lugar al diablo.

Malas palabras no salgan de vuestra boca, vuestro hablar sea bueno, constructivo y oportuno; así haréis bien a los que os oyen.

No irritéis al santo Espíritu de Dios que os selló para el día del rescate; nada de rencores, coraje, cólera, voces ni insultos; desterrad eso y toda ojeriza.
Unos con otros sed serviciales, compasivos, perdonándoos mutuamente como Dios os perdonó por Cristo.
Palabra de Dios.

Puede entonarse a continuación un salmo o canto apropiado.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, l-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar enseñándoles.

Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán "los hijos de Dios".

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos.

Palabra del Señor

Se prepara la lectura franciscana con la siguiente monición:

Escuchemos ahora algunas de las "Bienaventuranzas" de san Francisco, que actualizan muy bien el mensaje del Evangelio que acaba de proclamarse. Es dichoso aquel que confiesa con humildad su pecado, y también aquel que es capaz de recibir con igual sinceridad y gozo la reprensión que la alabanza.

Dichoso el siervo que confiesa humildemente

Lectura de las Admoniciones de san Francisco 22.23

Dichoso el siervo capaz de soportar con igual paciencia la instrucción, acusación y reprensión que le viene de otro como si se la hiciera él mismo.

Dichoso el siervo que, al ser reprendido, acata benignamente, se somete con modestia, confiesa humildemente y expía de buen grado.

Dichoso el siervo que no tiene prisa para excusarse y soporta humildemente el sonrojo y la reprensión por un pecado en el que no tiene culpa.

Dichoso el siervo que es hallado tan humildad entre sus súbditos como lo sería si se encontrase entre sus señores.

Dichoso el siervo que siempre se mantiene bajo la vara de la corrección.

Es siervo fiel y prudente el que en ninguna caída tarda en reprenderse interiormente por la contrición y, exteriormente, por la confesión y satisfacción de obra.
En alabanza de Cristo y de su siervo Francisco. Amén.

Seguidamente el Presidente hace la homilía, y a continuación el examen de conciencia.

RITO DE LA RECONCILIACIÓN

Presidente:

Recordando, hermanos, la bondad de Dios nuestro Padre, a ejemplo de san Francisco, confesemos con humildad nuestros pecados para alcanzar así misericordia.

Todos:

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos,
y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí
ante Dios nuestro Señor.

Presidente:

Pidamos con humildad a Cristo, nuestro salvador y abogado ante el Padre, que perdone nuestros pecados y nos limpie de toda iniquidad, diciendo:
Te rogamos, óyenos.

-Que nos concedas la gracia de una verdadera penitencia.
-Que nos concedas el perdón y borres nuestros pecados.
-Que a quienes con el pecado hemos manchado nuestro
bautismo, nos devuelvas la blancura primitiva.
-Que permanezcamos, de aquí en adelante, con entrega sincera, fieles a nuestra vocación franciscana, adheridos del todo a ti y a nuestros hermanos.
-Que renovados en la caridad, seamos testigos de tu amor en el mundo.
-Que vivamos ya desde ahora el espíritu de las Bienaventuranzas.
-Que perseveremos fieles a tu voluntad y lleguemos a la vida eterna.

Presidente:

Con las mismas palabras que Cristo nos enseñó, pidamos al Padre que perdone nuestros pecados y nos libre de todo mal.

Todos:
Padre nuestro.

A continuación tiene lugar la confesión individual.
Después de la confesión individual el Presidente "impone" la penitencia sugiriendo signos o actos de conversión.

ACCIÓN DE GRACIAS

y se entona el Magnificat o un salmo o cántico de acción de gracias, que concluye con la siguiente oración del Presidente.

Omnipotente, eterno, justo y Misericordioso Dios, concédenos por ti Mismo a nosotros, Miserables, hacer lo que sabemos que quieres y querer siempre lo que te agrada, a fin de que, interiormente purgados, iluminados interiormente y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo, que en perfecta Trinidad y en simple Unidad vives y reinas y estás revestido de gloria, Dios omnipotente, por los siglos de los siglos.
R. Amén.

DESPEDIDA

A continuación el Presidente da la bendición a los presentes.

El Señor dirija vuestros corazones en la caridad de Dios y en la espera de Cristo.
R. Amén.

Para que podáis caminar con una vida nueva y agradar a Dios en todas las cosas.
R. Amén.

Y que os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén.

Puede entonarse el canto final.

Presidente:

El Señor os ha perdonado, vivid en el amor y en la alegría de su seguimiento.
R. Amén.

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